lunes, 31 de enero de 2011

Perspectivas en la integración de la Argentina y Brasil

Dilma Rousseff tendrá a Buenos Aires como primer destino en el exterior. La confirmación de esta primera escala internacional terminó de desarticular los discursos mediáticos que cuestionaron la ausencia de Cristina Kirchner en  la asunción de su par brasilera y las consecuencias que ello habría tenido para la relación bilateral. La continuidad de Marco Aurelio García como asesor de política exterior de la presidencia, es vista como una confirmación del rumbo de la política externa del gigante sudamericano. Al tiempo que la llegada de Pinheiro Guimarães al Mercosur es leída como una oportunidad para institucionalizar el bloque.

Buena parte de los análisis políticos desplegados en torno al recambio presidencial de Brasil, estuvieron centrados en dos asuntos. En primer lugar, la ausencia de Cristina Kirchner a la que varios medios utilizaron para postular la emergencia de supuestos roces diplomáticos. La segunda cuestión ampliamente difundida fue la falta de mención de Argentina en el discurso de asunción. Estos dos asuntos, junto con el comentario respecto al rol de la agroindustria para el desarrollo del Brasil y la decisión de contener la inflación en dicho país, construyen el combo con el cual se contrastó la continuidad política brasilera y la gestión encabezada por Cristina Kirchner. Ocurre que una parte importante de los (supuestos) análisis políticos realizados en Argentina se basan en la constante comparación con los éxitos brasileños, en una mezcla de envidia y desconocimiento. El mapa se completa con una buena dosis de dogmatismo ideológico. Para los grandes medios argentinos, la supremacía parlamentaria del gobierno brasilero sería expresión de las bondades de la negociación política y dista del ser –como supuestamente sería el caso argentino- un “proceso corrupto” que por medio de actos ilícitos termina construyendo una “hegemonía antidemocrática”. Será divertido ver cómo analizarán los grandes medios locales la posible inclusión de una visita a la ex ESMA en la agenda de Rousseff en Buenos Aires y la discusión en torno al rol de los medios en Brasil, si es que finalmente la nueva presidente brasilera avanza en este punto.

Argentina y Brasil tienen una profunda vinculación comercial y política que excede temporalmente a los gobiernos de ambos países. Sin embargo, está claro que victoria del PT significó una confirmación de la sintonía de la última década, especialmente si se lo compara con la tendencia un tanto más distante hacia la región que proponía el derrotado J. Serra. La relación de Brasil con Sudamérica es central y estratégica para el posicionamiento global del gigante regional. Así es percibido por los distintos gobiernos de la región a los cuales no se les escapa que una región pacífica, sin amenazas globales y alineada a objetivos comunes significan el trampolín para la influencia brasilera en el mundo. Y en este tablero regional Argentina tiene un rol insustituible ya que, como bien postula Marco Aurelio García  "Nossa integração com a Argentina não garante a união da América do Sul, mas sem ela não há a união".

Esta situación, que se podría calificar como “poder de veto”, es también un enorme desafío para La Rosada. Ocurre que el mismo no puede ser utilizado constante e incesantemente. Si así ocurriese, terminaría siendo más económico para el jugador mayor redefinir el juego (excluir a quien veta constantemente) y avanzar con un mapa más reducido que le devengue costos políticos menores. Durante el gobierno de Da Silva, Argentina ha utilizado esta situación privilegiada (y también riesgosa) con la garantía que significaba el marcado énfasis a la diplomacia presidencial que representaba Lula. Por tanto, la llegada de Dilma Rousseff encierra una gran incógnita en torno al nivel de “comprensión” que tendrá la mandataria frente a reclamos o políticas emanadas desde la Casa Rosada.

Pero hay también un área sumamente sensible que tiene alta relevancia estratégica para ambos países: la energía nuclear. La temática no es de fácil abordaje para el público neófito. En muy resumidas cuentas, el régimen internacional se sustenta en el Tratado de No Proliferación que ha sido firmado y ampliamente ratificado. Argentina y Brasil lo hicieron en los años noventas. Además del TNP, existe un Protocolo Adicional (lanzado en 1997) por medio del cual los países firmantes permiten las inspecciones sorpresivas de la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) en todas las instalaciones nucleares declaradas y no declaradas. Ni Argentina ni Brasil firmaron el Protocolo Adicional. El argumento de ambos países es que el paraguas de la ABACC (Agencia Brasilero-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares) les otorga transparencia. La cuestión es larga y llena de complejidades. Pero lo que se quiere aquí resaltar es que la garantía de transparencia cruzada que otorga la ABACC evita mayores injerencias de la AIEA. Seguramente por ello, cuando el pasado año se llevó adelante la conferencia internacional sobre el tema a instancias de EEUU, muchos analistas argentinos sugirieron la posibilidad que finalmente Argentina firmase el Protocolo Adicional. Si bien La Rosada evitó (correctamente para los intereses nacionales) esa concesión gratuita a EEUU que hubiera significado “quemar las naves” con el socio brasilero, no caben dudas que esta situación es una carta importante para la negociación con Brasil. Como postula muy bien uno de los principales especialistas argentinos de RRII J. Tokatlian, la política nuclear debe volver a ser –como en los ochentas- la plataforma de amistad e integración”.

El tema nuclear tiene un punto complejo para la relación bilateral. Desde mediados de los noventas y luego de los dos atentados en Buenos Aires, Argentina tiene una política de estado muy clara en torno a Irán. El acercamiento de Brasilia y Teherán fue un fuerte golpe para Argentina. Si bien es claro que cada país define autónomamente sus estrategias globales, se supone que aliados estratégicos tienen algún nivel de consulta. Especialmente si el tema en cuestión es de alto impacto político y social para el otro socio. Es por ello que la negativa brasileña para condenar a Irán en el Consejo de Seguridad ha sido un mal trago para la diplomacia local. Sin embargo, hay expectativas en torno a la nueva gestión ya que –según se estima- Rousseff tomaría cierta distancia de Irán por causa de la situación interna del país persa. Algunos analistas argentinos han sugerido que la llegada de Rousseff podría significar algún acercamiento a EEUU y distanciamiento de la diplomacia presidencial ejercida por Lula en torno a Irán.

La relación entre H. Timmerman y A. Patriota se remonta a la estadía de ambos como embajadores de sus respectivos países ante Washington. Por tanto, es una buena noticia ya que los vínculos –si bien no resuelven controversias- al menos influyen en la facilitación del diálogo bilateral. La llegada del flamante canciller brasilero a Buenos Aires el pasado día 11, se completa con la que realizará el ministro Jobim en esta semana.

El canciller brasileño fue recibido por la presidente Kirchner, por el titular del Palacio San Martín y también mantuvo encuentros con los ministros de Planificación J. de Vido y de Desarrollo Social A. Kirchner. Uno de los saldos más destacados por el gobierno fue la conformación de una comisión que proponga la forma “de salir juntos al mundo a vender productos con valor agregado”. Aunque la puesta en marcha de la idea seguramente beneficie a ambos, queda claro que el impacto puede ser importante para la canasta exportable argentina. Patriota postuló que “nuestra decisión es responder a los problemas con más integración: mirar el cuadro grande y no detenerse en los detalles pequeños”, frase que seguramente habrá caído muy bien a los oídos argentinos. Los problemas puntuales en el comercio suelen tener una exposición mediática grande –y vinculada al tamaño de los perjudicados- que complica muchas veces la relación bilateral. “Mirar el cuadro” parecería apuntar a ver toda la relación bilateral (incluida a estatal) y no solamente los intereses comerciales de privados.

A la extensa y profunda agenda bilateral se le ha sumado un nuevo tema: el interés del gobierno argentino para que empresas locales participen de las millonarias obras que encarará Brasil con vistas al 2014 y 2016. Timerman aseguró que “Brasil va a contar con dos de los más grandes espectáculos mundiales (...) El Mundial de fútbol, al margen de ganarlo, la Argentina pretende también cooperar con las construcción de estadios, con la construcción de infraestructura".

En términos estrictamente comerciales, el año 2010 cerró con un déficit argentino superior a los u$s 4000 millones. El canciller Patriota relativizó el saldo comercial al asegurar que también debe contabilizarse las inversiones de compañías brasileras y el ingreso vía turismo brasilero. La necesidad de “una balanza equilibrada con todos los socios comerciales” es una discusión saldada por la teoría económica desde hace siglos. Sin embargo, queda claro que querer venderle más a Brasil (por lo que significa en volumen y proyección) es una ambición obviamente lícita que se legitima si se eslabonan cadenas productivas de agregación de valor. Este viene siendo uno de los principales objetivos de Argentina. El mejor ejemplo, por montos e implicaciones tecnológicas, es el interés para que algunas partes de aviones de Embraer se produzcan en la recientemente estatizada planta de aviones situada en Córdoba.

Hay un dato a tener en cuenta. Luego de los acontecimientos de diciembre, Cristina Kirchner creó el ministerio de Seguridad llevando a la entonces titular de Defensa Nilda Garré. Su reemplazante Arturo Puricelli, viene de dirigir Fabricaciones militares y en el último tiempo estuvo en el directorio de la fábrica estatal de Córdoba. Argentina ya anunció su interés por el avión de cargas Kc390 (el reemplazo del Hércules C130 estadounidense), del cual compraría 6 unidades si avanzan las negociaciones. El ministro Puricelli, que recibirá a Jobim en esta semana ya declaró que su administración tiene como uno de los objetivos principales el desarrollo de la industria para la defensa.

Como se dijo, la agenda de Patriota tuvo lugar para atender diversos asuntos con el ministro de Planificación. Por esa cartera pasan una buena parte de los temas bilaterales: interconexión eléctrica, cooperación en energía, nuclear, TVDigital, e infraestructura. En este último ítem se encuentra la demorada represa Garabí, que según los medios, estará al tope de la agenda de encuentro entre las presidentas. Según la Agencia Brasil, Patriota puso como meta “comenzar las obras en 2012 para que en un futuro la hidroeléctrica sea capaz de generar aproximadamente 2.900 megavatios”. Algunos cables de prensa también consignan a las inversiones mineras de Brasil como uno de los temas tratados entre el canciller y de Vido. Por último, vale remarcar el encuentro del canciller brasilero con la ministra de Desarrollo Social Alicia Kirchner. Aunque tal reunión casi no tuvo repercusión en los medios locales, no es un dato menor ya que indica alguna línea de políticas de integración. No es demasiado habitual que un canciller, en su presentación formal al país que visita, tenga una bilateral con quien maneja la agenda social. Por tanto, quien escribe sugiere (aún sin datos) que el área social tendrá alto impacto en las políticas de integración.

En resumidas cuentas se puede postular que la llegada de Rousseff es vista como una continuidad de las políticas brasileras de los últimos años. Seguramente habrá algunos reajustes. Sin embargo los mismos no parecen generar incertidumbre. En Buenos Aires se lee que el perfil de la nueva presidente brasilera será mucho más moderado en lo que hace al juego de Brasil en las ligas mayores. Esto podría reforzar los temas regionales y allí hay una ventana de oportunidades para Argentina. Hay algo que es obvio: sería una estupidez desaprovechar la cercanía geográfica y política con un jugador emergente como es Brasil. Por tanto, La Rosada apuntara a sacarle rédito a las “externalidades positivas” que tiene el ascenso brasilero en el mundo. La asociación con Brasil en distintas áreas -integración productiva, participación en la producción de infraestructura, venta conjunta de productos, etc- es una gran oportunidad para el país. Especialmente si se la compara con otros caminos alternativos que tendría Argentina para su inserción global, que no son muchos ni demasiado alentadores. Quizá el escenario más preocupante para la relación bilateral sea la cuestión cambiaria. Una devaluación del real –aún paulatina- podría traducirse en enormes problemas para el país. Por ello, la postura de las autoridades brasileñas en torno a evitar que se “derrita” la moneda brasilera, es una buena noticia para Argentina.

Por Guillermo Adrián Rodríguez
(Licenciado en Ciencia Política de la UBA. Docente universitario y analista de política regional en varias consultoras brasileñas).


Sigue mejorando la distribución de la riqueza


La diferencia de ingresos entre los hogares más ricos y los más pobres (las franjas del 10 por ciento más alta y más baja de la población) fue en el cuarto trimestre de 2010 la más baja en décadas, según mediciones del Indec todavía no difundidas.
En el cuarto trimestre de 2010, las familias que pertenecen el decil más alto de la sociedad recibieron ingresos 16 veces más altos que el 10 por ciento más pobre. En 2003, la diferencia era de 37 veces. Así, la caída de la desigualdad entre puntas en los últimos siete años fue del 54 por ciento. 
Página/12 accedió a un adelanto de datos de ingresos de la Encuesta Permanente de Hogares, que señala que en los últimos tres meses del año pasado mejoraron todos los indicadores de distribución del ingreso. El índice Gini, utilizado por la OCDE para comparar la desigualdad en todos los países pertenecientes a la ONU, cayó a 0,39. Este registro mide el grado de desigualdad de 0 a 1, siendo cero el mejor valor de igualdad y 1 el peor. 
En 2003 había llegado a 0,54. En siete años se redujo un 29 por ciento. La participación de los ingresos de los trabajadores en la economía, que en 2003 era del 34,6 por ciento, llegó a fin de año al 44,9 por ciento, cada vez más cerca del 50 por ciento alcanzado en el primer gobierno de Perón. 
Esta mejora en la distribución de los ingresos se da en un momento en que –según datos de OCDE– 19 de los primeros 20 países del mundo por PBI empeoraron sus indicadores de igualdad en la última década. Si se mide el índice Gini sólo entre los trabajadores registrados, el resultado es de 0,30, similar a la media de la UE.
Empleo y subsidios


Aunque es un lugar común entre muchos políticos de la oposición y algunos medios de comunicación que el Estado les quita ingresos a trabajadores para distribuir entre “pobres vagos e inmigrantes”, según un informe del Ministerio de Trabajo, el 88 por ciento de la mejora del índice Gini se debió a la evolución de la masa de ingreso de los trabajadores. Esto resultó de la creación de 4,9 millones de empleos y un alza del 259 por ciento promedio en los salarios. “El marco macroeconómico, que permitió la creación de millones de puestos de trabajo y la suba de salarios surgida de la fuerte mejora en el Salario Mínimo Vital y Móvil y las negociaciones colectivas, fue el principal factor de la mejora en la distribución de los ingresos”, señaló a este medio el ministro de Trabajo, Carlos Tomada. La mejora en la distribución del ingreso entre los trabajadores se dio en los empleados registrados, no registrados e independientes.

La mejora en la distribución del ingreso resulta en múltiples beneficios: menor conflictividad social, mayor seguridad y mejor salud y educación, entre otros. Pero también mejora la performance económica del país. Por el camino del absurdo (o no tanto) se puede concluir que una persona no puede consumir 20 millones de kilos de carne; pero 40 millones pueden consumir medio kilo por día y así alcanzar el máximo consumo. Por eso muchos países intentan mejorar este indicador. Pero en las últimas décadas pocos obtuvieron resultados positivos. 


Según el Informe de Desarrollo Humano de la ONU del año 2010, el índice Gini para Namibia es 0,743, la situación de máxima desigualdad en el mundo, mientras que el de Dinamarca es de 0,247, el país más igualitario. La Argentina, con la caída en el último trimestre de 2010 a 0,39, se acerca a países desarrollados con un amplio estado de bienestar, como Gran Bretaña e Italia, que registran un Gini de 0,36, y queda en mejores condiciones de igualdad que Estados Unidos, con un Gini de 0,41, China (0,42), México (0,51), Chile (0,52) y Brasil (0,55).

El informe de la cartera laboral señala que el 56 por ciento de la mejora del índice Gini se debe asimismo a la mejora en la igualdad de los trabajadores registrados; el 24 por ciento es el resultado de la evolución de los ingresos de los trabajadores independientes; el 8 por ciento al mercado de los trabajadores no registrados y el 12 por ciento al segmento de la sociedad que recibe haberes o subsidios públicos.

En el mundo

Con el establecimiento de políticas económicas neoliberales de los últimos treinta años, la desigualdad de ingresos creció en casi todos los países del mundo. Según datos de OCDE, en la Unión Europea el índice Gini empeoró un 25 por ciento entre 1990 y 2010. El valor de la equidad en las agendas nacionales e internacionales se ha instalado tanto en el centro discursivo de la política como en la implementación de políticas públicas. 

Un informe producido por el G-20 a fines del año pasado señala: “Estamos ante el desafío de lograr un crecimiento económico que no riña con el logro de la igualdad, y en donde la política macroeconómica y social proteja a todos los ciudadanos, superando las condiciones de vulnerabilidad, promoviendo la generación de empleos de calidad y extendiendo los sistemas de protección social. De este modo se reafirma el valor de la equidad como cimiento fundamental para alcanzar el progreso económico y social de los países”.

La reestatización del régimen jubilatorio, el ingreso al sistema de 2,4 millones de nuevos beneficiarios, los 17 aumentos de salario en los últimos siete años y la implementación de dos subas anuales automáticas en los haberes determinó una fuerte mejora en la distribución de los ingresos entre el sector pasivo. 

En 2003, la concentración de las jubilaciones y pensiones era del 0,63 y en 2010 se presenta la concentración más baja de toda la década, con un Gini en el régimen previsional de 0,36. Esto indica que esta fuente de ingreso se ha extendido a un mayor número de hogares de deciles de ingreso bajo, mientras que durante la década del ’90 presentó una tendencia a la concentración en los hogares de ingreso más alto. Además, las jubilaciones y pensiones aumentaron su participación relativa en el total de los ingresos de los hogares un 27 por ciento desde 2003.

El proceso de empeoramiento distributivo operó durante toda la década del ¾90. Esta tendencia se enmarca en una de más largo plazo que comenzó a evidenciarse desde 1976 con el cambio del régimen macroeconómico implementado por la dictadura militar. 

A partir del nuevo régimen macroeconómico en 2003 se observa un cambio en la tendencia de la desigualdad, que se vio menguada hacia 2009 por los efectos que la crisis internacional tuvo en la economía argentina, pero que se revirtió en 2010, en gran parte por la implementación de la Asignación Universal por Hijo.

Las transferencias del Estado favorecieron la caída en la desigualdad tanto por el efecto participación como por el efecto concentración. Para enmarcar el análisis de dichos efectos es preciso recordar que, en octubre de 2009, el gobierno nacional modificó el sistema de asignaciones familiares contributivas de los trabajadores asalariados registrados, extendiendo la prestación a los hijos de desocupados y trabajadores informales. 
La Asignación Universal por Hijo (AUH) estableció un monto de 180 pesos por cada menor en familias cuyos padres o tutores responsables se encuentren desocupados o trabajen en condición de informales, cifra que luego se elevó a 220 pesos. 


La AUH tiene una excelente focalización en los hogares de menores ingresos. Por otra parte, la participación de las transferencias del Estado en la composición de los ingresos de los hogares aumentó con la AUH, llegando esta fuente a representar 1,2 por ciento, un 154 por ciento más que el promedio de la década del ’90.
La mejora en la competitividad de la economía y el sostenimiento del superávit externo, la promoción de la inversión pública y privada, y un fuerte impulso a la demanda doméstica como motor del crecimiento económico, fueron aspectos del modelo económico que han tenido un impacto positivo en el nivel de actividad y en el mercado laboral. 


Además fueron acompañados de las políticas de empleo, ingresos y protección social, que se concibieron en el país como parte constitutiva de las políticas macroeconómicas y permitieron una mejora importante de las condiciones de vida.

Fuente: Página 12

http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-161483-2011-01-31.html