martes, 21 de diciembre de 2010

LA ARGENTINA Y LA POLÍTICA DE DEFENSA (*)

Mucho se habla en la actualidad de la supuesta existencia de una carrera armamentística en América Latina.

Es un dato objetivo de la realidad que los países de la región han incrementado en la primera década del presente siglo los gastos de defensa respecto a la década de los ´90, pero no debemos olvidar que dicho período pretérito fue una etapa de desinversión en el área, porque fue una etapa de desinversión estatal, planes de ajuste y reducción del gasto público en todas las esferas en general.

La mejor posición de América Latina en la economía mundial, producto de la sustancial mejora de los términos de intercambio del sub-continente como consecuencia del aumento de los precios internacionales del petróleo y de los productos agrícolas y sus derivados, sumados a una administración más racional de los recursos obtenidos por parte de los gobiernos de la región y de políticas monetarias y fiscales responsables, ha generado una mayor disponibilidad de recursos y ha provocado que aumente el gasto global de los estados en todas las áreas, entre ellas la defensa.

Pero este incremento de la inversión en defensa no es producto de la proliferación de nuevos dilemas de seguridad en la región, que, por el contrario, se encuentra cada vez más cohesionada e institucionalizada, por ejemplo, con la creación de nuevos mecanismos de consulta como la UNASUR.

Si bien existen tensiones en la frontera chileno-peruana, estas existen desde hace décadas, y la posibilidad de un conflicto bélico real entre ambos estados es, como mínimo, remota.

En el caso de Brasil sí existe una decisión política de proteger activamente los recursos hídricos de la región amazónica y los recursos energéticos recientemente descubiertos en su mar territorial, sumado esto al interés brasileño de erigirse como líder indiscutible de la región, también en términos militares.

Pero también en este caso el aumento del gasto obedece a mejorar la defensa de esas regiones descuidadas por las administraciones anteriores, y no a sentar las bases para una eventual expansión brasileña.

En el caso de Colombia, casi la totalidad de la inversión de defensa se concentra en mejorar las capacidades operativas de las FF.AA. frente al narcotráfico, más que para prepararse para un hipotético enfrentamiento con Venezuela, que cada vez parece más improbable. Lo mismo puede aplicarse al caso de México.

Es por ello que consideramos que el aumento de la inversión en defensa en América Latina debe analizarse teniendo siempre en cuenta la enorme desinversión que caracterizó a la década de los ´90, que generó una brecha gigantesca entre las capacidades operativas de las FFAA de la región y las necesidades de defensa de un territorio global de 21.069.501 km², una población de 569.000.000 de habitantes y una economía de 6,06, billones de dólares, la tercera más grande del mundo, y no como el resultado de la multiplicación de los dilemas de seguridad en la región.

Consideramos que existen dos modelos de aumento de la inversión en defensa radicalmente diferentes y de consecuencias disímiles.

Uno se basa en la adquisición directa de material bélico llave en mano a las potencias extranjeras, especialmente los Estados Unido, Francia, Rusia, el Reino Unido y en menor medida Alemania.

Dicho modelo genera un aumento indudable en las capacidades operativas de las FF.AA, al adquirir material relativamente moderno de tercera o cuarta generación, pero tiene un impacto casi nulo en el desarrollo de la industria y la ciencia locales.

Este es el paradigma más habitual cuando se piensa en inversión militar, y es el aplicado especialmente por Chile cuando adquiere material aéreo norteamericano de última generación o blindados alemanes.

El otro, que consideramos debe ser adoptado por Argentina, y que es aplicado en gran medida por Brasil, consiste en adquirir material extranjero no necesariamente de última generación que pueda ser upgradeado por la industria nacional para responder a las necesidades operativas propias de cada país, generando valor agregado en la economía nacional, o generar proyectos de diseño y construcción de material conjuntos con las potencias exportadoras, en los cuales las empresas nacionales y la mano de obra y los técnicos locales tengan un rol preponderante. Este es el paradigma que aplica Brasil con Francia respecto a la construcción de su submarino de propulsión nuclear.

Consideramos que la inversión en defensa debe tener un impacto multiplicador sobre la industria local y que debe propender hacia el desarrollo de sistemas de defensa autónomos. Para esto se necesita el trabajo mancomunado de las empresas nacionales y de los centros de ciencia y técnica locales. Si tenemos mano de obra cualificada, utilicémosla. Si tenemos universidades y centros de investigación, que participen activamente en la construcción de una industria de defensa nacional.

De lo contrario, la inversión en defensa sería un mero gasto en fierros último modelo que deben ser remplazados cada cierta cantidad de tiempo y que no generaran ningún valor agregado para nuestra economía.

(*) Por Javier Snaidas

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